Los movimientos populares latinoamericanos iniciaron el siglo XXI
enfrentando nuevos desafíos, que
multiplican las tareas ya planteadas
y proponen nuevos horizontes. Se amplía la resistencia a las políticas neoliberales y comienzan a ensayarse
alternativas populares a las mismas. Este doble movimiento, de negación y
afirmación, de rechazo y de propuesta, requiere de militantes con capacidad
para analizar los complejos procesos en los que desarrollan su actividad, y
para asumir iniciativas diversas, tanto en la confrontación con la dominación,
como en los esfuerzos de creación de experiencias de poder popular.
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