La diversidad cultural o étnica ha sido una constante, prácticamente desde que podemos discernir en
los mismos umbrales de la historia la conformación de los primeros conglomerados que merecen el
nombre de sociedades humanas. Mientras estos conjuntos conservaron sus límites y retuvieron el
carácter de sociedades "totales" -no obstante las discretas relaciones que establecían entre sí- la
pluralidad de normas, usos, costumbres, símbolos, cosmovisiones y lenguajes que conformaban
distintos sistemas culturales no podía convertirse en causa de tensiones o conflictos.
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